Psicología y formación sacerdotal: El por qué, el para qué y el cómo del examen-acompañamiento psicológico del candidato al sacerdocio


Al iniciar la etapa de teología, mis formadores me indicaron que tenía que realizar el examen psicológico (requisito fundamental para ingresar a teología), al principio me incomodó tal indicación, me pareció falta de confianza hacia mi persona, por otra parte, sentí un poco de temor, dado que nunca había realizado un examen de ese tipo. Pero al mismo tiempo, me sentía seguro, con capacidad de poder realizar aquél examen y con certeza que todo saldría bien. Realizado el examen, vino la entrevista con la psicóloga, y no era necesaria ya otra cita. Supongo que todo salió bien, ya que nunca vi el resultado, imagino que quedaron en manos de los formadores. Después de está experiencia he querido recurrir a los documentos escritos sobre psicología y formación para identificar el “por qué” el “para qué” y el “cómo” del examen psicológico que los seminaristas “deben” realizar.


El porqué del examen-acompañamiento psicológico


Encuentro dos razones fundamentales que dan respuesta a tal interrogante planteado en el título de este escrito. La primera es una exigencia y la segunda una necesidad. Respecto a la exigencia. Corresponde a la Iglesia elegir las personas que considera adecuados al ministerio pastoral. Además, es su derecho y deber verificar la presencia de las cualidades exigidas en aquellos que ella admite al ministerio sagrado (Cf. Cann. 1025, 1051, 1052). El canon 1051 prevé que para ele escrutinio de las cualidades exigidas en vista a la ordenación se proceda, entre otras cosas, a la investigación sobre el estado de salud física y psíquica del candidato (Cf. cann. 1029, 1031 1 y 1041,1).  De aquí se deriva que la Iglesia tiene el derecho de verificar, también con el recurso de la ciencia médica y psicológica, la idoneidad de los futuros presbíteros. El candidato al presbiterado no puede imponer sus condiciones personales, sino que debe aceptar con humildad y agradecimiento las normas y las condiciones que la Iglesia misma, en cumplimiento de su parte de responsabilidad establece (Cf. PDV 35) [1].

Por otra parte, muchos de los que hoy piden entrar en el seminario reflejan, en modo más o menos acentuado, los inconvenientes de una emergente mentalidad caracterizada por el consumismo, por la inestabilidad en las relaciones familiares y sociales, por el relativismo moral, por visiones equivocadas de la sexualidad, por la precariedad de la sexualidad, por la precariedad de las opciones, por una sistemática obra de negación de los valores, sobre todo, por parte de los medios de comunicación. Entre los candidatos se puede encontrar algunos que provienen de experiencias peculiares –humanas, familiares, profesionales, intelectuales, afectivas- que en distinto modo han dejado heridas todavía no sanadas y que provocan disturbios que son desconocidos en su real alcance por el mismo candidato y que, a menudo, son atribuidos erróneamente por él mismo a causas externas a su persona, sin tener, de esta forma, la posibilidad de afrontarlos de manera adecuada. En este sentido recobra sentido y necesidad hacer uso de la psicología. Sin embargo, por encima de la psicología está la llamada del Señor y la fuerza de la conversión. Pero muchas veces la persona llamada y con deseo de conversión no tiene las habilidades o capacidades de poder darse en totalidad, no es libre, algo que sin ser él mismo consciente, le esclaviza. En este sentido la psicología nos ayudaría a descubrir esas esclavitudes, cómo afectan a la persona en su respuesta vocacional, y buscar los medios necesarios para integrarlas.[2].

El para qué del examen-acompañamiento psicológico


En el artículo anterior señalábamos dos razones del “por qué” el examen-acompañamiento psicológico en los seminaristas, la primera una exigencia por parte de la Iglesia, y la segunda una necesidad por parte de algunos jóvenes que ingresan a los seminarios. Sabidos de esto, nos queda saber el “para qué”, es decir, ¿Qué ayuda puede aportar la psicología al discernimiento y a la formación? 


En cuanto fruto de un particular de Dios, la vocación al sacerdocio y su discernimiento escapan estricta competencia de la psicología. Sin embargo, para una valoración más segura de la situación psíquica del candidato, de sus aptitudes humanas para responder a la llamada divina, y para una ulterior ayuda en su crecimiento humano, en algunos casos puede ser útil el recurso del psicólogo. 

Primeramente el psicólogo –en cuanto ha sido solicitado – ayudará al candidato a alcanzar un mayor conocimiento de sí mismo, de sus propias potencialidades y de su vulnerabilidad. Lo ayudará también a confrontar los ideales vocacionales proclamados por la Iglesia con su personalidad, a fin de estimular una adhesión personal, libre y consciente a la propia formación. Será tarea del psicólogo ofrecer al candidato las oportunas indicaciones sobre las dificultades que é esta experimentando y sobre las posibles consecuencias para su vida y para su futuro ministerio sacerdotal[3].

En segundo lugar, el psicólogo puede ayudar a saber mirar y escuchar. En la vida diaria con los seminaristas, vemos acontecimientos, gestos, modos, formas, etc., pero no basta con ver, hay que saber mirar, es decir ver lo que hay detrás, de donde proceden, qué significan para el individuo, sus coherencias e incoherencias, si va o no acompañada por gestos y de qué tipo etc., no basta con ver. Oímos también muchas palabras que dicen y nos dicen, pero hay que saber desde dónde lo dicen, qué significado tiene para la persona, qué sentimientos acompañan, qué quieren decir incluso sus silencios, su forma de expresar, etc. No basta oír.

La psicología ayuda a descubrir la estructura y la dinámica interna de los diversos componentes (consciente, latente, inconsciente) y niveles (físicos-social-racional) del yo, con sus consistencias e inconsistencias, de la persona. A acoger la lógica interna de las potencialidades y actividades del sujeto (sentimientos, deseos, imaginaciones, decisiones, etc.) en el contexto de un universo subjetivo. A la percepción e importancia de los sentimientos. A ver signos de seguridad o inseguridad, de afectividad oblativa o captativa. Descubrir posible rigidez en la personalidad. A detectar conductas extrañas.

Le ayuda a captar el proceso de maduración de la persona en su devenir. El proceso de maduración es un continuum. Pone atención cada vez más a los pasos del crecimiento del individuo. La importancia que tiene la historia e la persona y su proceso así como conocer el ámbito de donde proviene, su contexto cultural, su antes, así como su futuro, el ámbito en el que desarrollará su apostolado, su después. El tener en cuenta el proceso evolutivo concreto de la persona. Puede aportar conocimientos sobre las motivaciones. Conociéndolas, el formador se dará cuenta de cuáles son las razones por las que el joven quiere seguir el sacerdocio. Aquí la psicología puede ayudar a descubrir motivaciones inconscientes, o latentes, que influyen a la hora de tomar una decisión y evaluar su grado de libertad. Además puede señalar dependencias y auto-engaños, compensaciones, huidas de una realidad asumida. A dar pautas para la formación humana (PDV 43, 72) y la maduración afectiva (y su importancia, en PDV 44).

Le ayuda a evitar falsas espiritualizaciones, que pueden complicar la solución del problema, al no querer enfrentar un problema que se da en el plano humano. Puede ayudar de forma específica en lo que se refiere a las disposiciones y aptitudes humanas del candidato. De otro modo,  la psicología puede ser un instrumento para conocer signos o señales de algunas patologías que podrían ser obstáculo o impedimento para la vida sacerdotal. Ayudan también a descubrir otras señales de patologías que, mediante una ayuda adecuada, no impiden acceder al sacerdocio[4].

Sin embargo, la psicología es un método natural, resultando inadecuado para discernir la vocación sobrenatural. Las ciencias humanas pueden resultar sumamente útiles para trabajar la parte humana que debe acoger la gracia sobrenatural de la vocación, pero no pueden volverse nunca en criterio último de discernimiento vocacional[5].


El cómo del examen-acompañamiento psicológico


Vistos el "Por qué" y el "Para qué", presentamos, en forma de preguntas y respuestas,  el "Cómo" del examen-acompañamiento psicológico en los Seminaristas. Ésta información es necesaria que todo seminarista tenga en cuenta desde la hora de ser consultado para la realización del examen-acompañamiento, hasta la etapa final del proceso-terapia. Para profundizar el "cómo" es preciso tener contacto directo con el documento Orientaciones para el uso de las competencias de la psicología en la admisión y formación de los candidatos al sacerdocio


 ¿Cuáles son las cualidades que se tienen en cuenta para la elección de los psicólogos?

En la elección de los psicólogos…, además de su madurez humana y espiritual, deben inspirarse en una antropología que comparta abiertamente la concepción cristiana sobre la persona humana, la sexualidad, la vocación al sacerdocio y al celibato…, según la visión de la Iglesia.

¿En que etapa se debe recurrir a la ayuda de la psicología?

Principalmente en la fase del discernimiento inicial, la ayuda de los psicólogos puede ser necesario sobre todo a nivel de diagnóstico en los casos que tuviera la duda sobre la existencia de disturbios psíquicos. Si se constata la necesidad de una terapia, debería ser actuada antes de la admisión al Seminario o a la Casa de formación. También en el período de la formación, el recurso a los psicólogos, además de responder a las necesidades generadas por eventuales crisis, puede ser útil para apoyar al candidato en su camino hacia una más firme apropiación de las virtudes morales; puede apoyar al candidato un conocimiento más profundo de la propia personalidad y puede contribuir a superar, o a hacer menos rígidas, las resistencias psíquicas a las propuestas formativas.

¿El seminarista puede elegir al psicólogo?

Sí. El candidato podrá dirigirse libremente, ya sea a un psicólogo elegido entre aquellos indicados por los formadores, o bien a uno elegido por é mismo y aceptado por aquellos. Según las posibilidades, debería quedar garantizada a los candidatos una libre elección entre varios psicólogos que tengan requisitos indicados.

¿Sólo basta un examen y una entrevista con el psicólogo?

Para una correcta valoración de la personalidad del candidato, el psicólogo podrá recurrir tanto a entrevistas, como a tests, que se han de realizar siempre con el previo, explícito, informado y libre consentimiento del candidato.

¿Qué pasa si el seminarista a pesar del apoyo del psicólogo y de las terapias manifiesta sus graves problemas de inmadurez?

El camino formativo deberá ser interrumpido en el caso que el candidato, no obstante su esfuerzo, el apoyo del psicólogo o de la psico-terapia, continuase a manifestar incapacidad de afrontar de manera realista, aun teniendo en cuenta la gradualidad del crecimiento humano, sus graves problemas de inmadurez (fuertes dependencias afectivas, notable carencia de libertad en las relaciones, excesiva rigidez de carácter, falta de lealtad, identidad sexual incierta, tendencias homosexuales fuertemente radicadas, etc.). Lo mismo debe valer también en el caso que resultase evidente la dificultad de vivir la castidad en el celibato, soportado como una obligación tan gravosa que podría comprometer el equilibrio afectivo y relacional.

¿Los formadores pueden hacer uso de la información, es decir, del resultado de la consulta psicológica?

Con espíritu de confianza recíproca y de colaboración en su propia formación, el candidato podrá ser invitado a dar libremente su propio consentimiento escrito para que el psicólogo, obligado al secreto profesional, pueda comunicar los resultados de la consulta a los formadores, indicados por el mismo candidato. Los formadores se servirán de las informaciones, adquiridas en tal modo, para elaborar un cuadro general de la personalidad del candidato y también para extraer las oportunas indicaciones en vista de su ulterior camino formativo o de la admisión a la Ordenación. A fin de proteger, en el presente y en el futuro, la intimidad y la buena fama del candidato se preste particular atención a que el parecer profesional, expresado por el psicólogo sea accesible exclusivamente a los responsables de la formación, con la precisa y vinculante prohibición de hacer uso ajeno a aquel que es propio del discernimiento vocacional y de la formación del candidato.

¿El padre director espiritual puede pedir al seminarista una consulta psicológica?

En el caso de una petición de consulta psicológica por parte del padre espiritual, es de desear que el candidato, además de informar al padre espiritual de los resultados de la consulta, informe también al formador de fuero externo, especialmente si el mismo padre espiritual le hubiera invitado a ello.

¿El psicólogo puede formar parte del equipo de formadores?

No. Es útil que el Rector y los demás formadores puedan contar con la colaboración de psicólogos, que, en todo caso, no pueden formar parte del equipo de formadores.

¿Los formadores pueden hacer uso de técnicas psicológicas o psicoterapéuticas?

No. Considerado el carácter particularmente delicado del asunto, se deberá evitar el uso de técnicas psicológicas o terapéuticas especializadas por parte de los formadores.

¿Qué pasa si el seminarista rehúsa al mandato de realizar el examen?

En el caso de que el candidato, ante una petición formulada por parte de los formadores, rechazase acceder a una consulta psicológica, ellos no forzarán de ningún modo su voluntad y procederán prudentemente en la obra de discernimiento con los conocimientos que dispongan, teniendo en cuenta el c. 1052 § 1. [6]


Relación entre la formación y la psicología

Después de analizar el “por qué”,  el “para qué” y el “cómo” del examen-acompañamiento psicológico, no cabe duda de la grande ayuda que aporta la buena psicología a la formación del Seminarista. Sin embargo, los que nos dedicamos  a la formación tenemos que estar atentos para no caer en el “psicologismo”. Los  formadores pueden ayudarse de la psicología, pero no pueden nunca ser sustituida por ella, son dos ámbitos diversos, si bien ambos tienden a buscar el bien de la persona. No olviden los seminaristas que los grandes problemas del hombre a veces son curados desde la fe,  de rodillas delante del santísimo.

  
El auxilio de la psicología debe integrarse en el cuadro de la formación global del candidato. Existen consonancias, por ejemplo: tienen un objetivo común: el bien de la persona, su integración. La psicología en su nivel, el formador dándole un eje en el que integrar su totalidad como persona vocacionada, la configuración con Cristo Sacerdote, Cabeza y Pastor. Un campo de observación  coincidente. La experiencia completa del individuo, y más el formador, que vive diariamente con él. Existen diferencias entre la formación personal y la ayuda psicológica. La perspectiva de la madurez tiene amplitud diversas (el techo de la psicología es bajo). La percepción del campo de observación es diversa. La hermenéutica espiritual y psicológica del fenómeno tiene sus diferencias, por Ej. La desolación, desde el punto de vista espiritual (S. Ignacio) y desde la psicología, la soledad, el afecto, perfección, santidad, el aquí y ahora y el kairos, etc. La estructura es distinta. La psicología se detiene en la relación entre el terapeuta y el cliente. El formador, y el seminarista, contemplan además la acción del Espíritu, y sin que sean contrapuestas.

Límites de la psicología en la formación

La psicología tiene también sus límites. Por los problemas derivados de algunas psicologías que interpretan mal hecho religioso como factor humanizador. Los límites de la psicología, dependen de la antropología en la que esté basada. Esto hace, por ejemplo, que sea individualista, centrada en el exclusivo bien del individuo cerrado en sí mismo. La interpretación incorrecta de algunas escuelas del hecho religioso. El pesimismo de una psicología que considera frustrante cada límite puesto por la moral, la ascética, etc.

De una formación de corte excesivamente psicológico, se derivan problemas, como:

La comprensión del desarrollo de la fe partiendo de las fases antropológicas. Como si  el encuentro con Cristo fuera el resultado de un proceso de maduración psicológica. El abandono de algunos elementos básicos del crecimiento cristiano: la oración, la ascesis. Por algunos esquemas terapéuticos rígidos que tienden a homologar el proceso personal a esquemas pre-establecidos, forzando a la persona a encajar en ellos. Po recurrir a interpretaciones psicológicas de algunas enfermedades espirituales, por ejemplo, desolación-depresión, culpa-culpabilidad, soledad solitariedad (en PDV 74).

Los formadores tienen que tener en cuenta que:

La psicología, a pesar de las ayudas que puede dar al formador, nunca podrá sustituir el trabajo que el formador debe realizar. Mientras que el acompañamiento, es un camino en la fe en donde el formador ayuda al joven a responder a la llamada de Dios y discernir su vocación al sacerdocio, el saber psicológico (examen-acompañamiento), le dará luz para conocer, aceptar e integrar el aspecto humano, desde la fe, en la respuesta a su vocación. No hay que caer ni en un fideísmo, ni en absolutizar la ciencia psicológica, como si fuese una solución a todos los problemas formativos. Ser conscientes, que lo que pueda descubrir a través de la psicología no debe tener un carácter definitivo. De lo contrario, podemos caer en un reducir la vocación a una serie de factores humanos, dejando a un lado la acción de la gracia y la libertad del candidato. Puede ser de grande ayuda pero ni es un recurso omnímodo, ni puede ser el centro del discernimiento. No es de recibido el que un formador diga: el psicólogo dice fulanito puede ordenarse. No podemos dejar en manos del psicólogo un discernimiento que no corresponda a su papel. Que esto quede claro[7].

Estudio realizado por Luis Alva

[1] Cf. Ángel Pérez Pueyo  (editor), Vocación al sacerdocio y desarrollo persona, CEE, EDICE, Madrid 2010.
[2] Cf. Juan José Rubio, «El lugar del acompañamiento psicológico en el proceso de formación en el seminario mayor», en Seminarios 54/189-190 (2008) 198-203.
[3] CONGREGACIÓN PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA. Orientaciones para el uso de las competencias de la psicología en la admisión y en la formación de los candidatos al sacerdocio, 2008.
[4]   Cf. Juan José RUBIO, «El lugar del acompañamiento psicológico en el proceso de formación en el seminario mayor», en Seminarios 54/189-190 (2008) 198-203. 
[5] Mauro, Piacenza. «Retos de la formación sacerdotal hoy», En Seminarios, LIV/189-190 2008, p. 22.
[6] Cf. Congregación para los Religiosos y los Institutos Seculares, Instrucción sobre la actualización de la formación para la vida religiosa, n 11, 113.
[7] Cf. Juan José RUBIO, «El lugar del acompañamiento psicológico en el proceso de formación en el seminario mayor», en Seminarios 54/189-190 (2008) 198-203.